Alguien me ha tildado de radical, pero sé que no lo soy. Tal vez lo fui, pero la radicalización solo responde a las pasiones de los 20 años y ya sumé 36 más; así que ese tiempo ya pasó.
Son las 12, es plena madrugada y todo está en calma, pero debo reconocer que es muy tensa. Las noticias en las redes no son nada alentadoras; la crisis se agudiza, el desabastecimiento de alimentos mantiene a la población en ascuas. Hoy se hace cola para la harina de maíz y el detergente; mañana, tal vez se consiga lavaplatos, margarina y, si hay suerte posiblemente aparezca la leche, por la que ya ha habido hasta muertos en los supermercados. Hay momentos en los que las redes parecen un toque de corneta anunciando la batalla.
Desde mi ventana, es poco lo que puedo ver, pero el barrio está tranquilo. Mis vecinos duermen, solo unas cuantas motocicletas comienzan a transitar; entran y salen del barrio. Hay cierto movimiento, pero no sé de qué se trata. Lo que se comenta es que muchos de esos motorizados han salido, recientemente del retén de El Marite. Algunos han comentado que ahora trabajan "pa'l gobierno"
_ Pero en eso del gobierno también hay mucho invento, porque eso de que le pagaban a uno 3 mil diarios es pura mentira. A mí me pagaban 1.800 nomás y, bueno, como están las vainas, eso no alcanza. Lo que sí espero es a ver si los chamos siguen de alborotaos pa ver si se me da, otra vez, mi resuelve; y ahí sí vamos a pedir aumento, porque, chama, ¿Cuánto cuesta un caucho? ¡Coño! ¿Y las municiones?... Que no nos rebajen esa vaina, porque ahí sí es verdad que dejo peluca.
Amanece; otro día y todo parece normal. La gente sale a su trabajo, incluyendo a los "bachaqueros". Las colas frente a los supermercados ya se han formado y apenas son las 6:30 de la mañana. Es muy posible haya llegado leche, pero es imposible para los que tenemos que cumplir con un horario de trabajo. Por un instante, siento tal indignación que sí, me siento radical en el mal sentido de la palabra, pues no se trata de atacar el mal de raíz, sino de reaccionar sin razonar y estallar, montar en ira y terminar detenida o muerta por un simple kilo de leche y un paquete de café, para hacer un "vulgar" café con leche, al que, por cierto tengo todo el derecho de este mundo, a juzgar por las horas de trabajo y el estrés que debo soportar, con todo y colectivos incluidos.
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