Estando frente a la ventana de mi casa, me detuve por un instante, sólo un instante, a ver los árboles, la brisa era muy suave y, pese a ella, hacía calor, sin embrago los árboles mecían sus ramas con la gracia de una experta bailarina. Nunca había notado cuán gráciles eran, nunca antes había notado cuánto han trabajado para que el aire que llega a mi ventana y que proviene desde la muy transcurrida avenida -atestada de todo tipo de vehículos despidiendo gases y humo- sea menos contaminado. Unos días más tarde, un vecino habría propuesto a la junta de condominio cortar los árboles para ampliar el estacionamiento. Tal vez, yo misma habría accedido, si no hubiese tenido esa visión apenas dos días antes. Por supuesto, me opuse férreamente a la ampliación. Ante mi protesta, escuché este comentario: --La verdad es que necesitamos más puestos de estacionamiento y esos árboles sólo sirven para ensuciar con sus hojas y sus flores-- ¡Dios!, cómo agradezco el haberme asomado a mi ventana es...
Se suponía que este blog era sobre literatura. Se nutría de ficción, del realismo mágico de Carpentier. Hoy, ese realismo mágico se me escapa de las páginas de los libros. Y lo encuentro en las calles de mi país, duramente golpeado. Por eso lo convertí en mi espacio de reflexión. Simplemente reflexiono acerca de lo que veo, lo que vivo; además, lo complemento con lo que mis amigos me envían a través de las rede sociales. Mi agradecimiento a todos ellos