Hace ya varios años, trabajé como periodista en una oficina pública. Así, pasé a engrosar las filas de toda una clase social: la burocracia, una especie de casta, en la que algunos se enriquecen -dado el alto índice de corrupción, imperante allí como forma de sobrevivencia- y en la que muchos otros son humillados, sometidos y ofendidos. Allí dentro opera, al menos mientras pertenecí a ella, cierta forma de cacería entre los más vivos (léase corruptos) y los más tontos (léase aquellos que creen en la gente, en la buena fe y en la vocación de servicio). Aunque muchos no me crean, en Venezuela aún hay funcionarios públicos "tontos". Yo fui una, por eso lo creo. Aún cuando trabajaba como periodista, en una oficina donde no se manejaba dinero, al menos yo no, se me impuso como requisito presentar una Declaración Jurada de Bienes, con el fin de garantizar que no me robaría nada. No obstante, a mi lado, veía, todos los días corrupción tras corrupción, millones de bolívares (por no a...
Se suponía que este blog era sobre literatura. Se nutría de ficción, del realismo mágico de Carpentier. Hoy, ese realismo mágico se me escapa de las páginas de los libros. Y lo encuentro en las calles de mi país, duramente golpeado. Por eso lo convertí en mi espacio de reflexión. Simplemente reflexiono acerca de lo que veo, lo que vivo; además, lo complemento con lo que mis amigos me envían a través de las rede sociales. Mi agradecimiento a todos ellos