AÑO 2014
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Foto tomada por María Ch. Parra y editada por mí |
Venezuela ha pasado a ser, de un país dormido, una nación convulsionada, al menos tres veces por semana, cuando los estudiantes toman las calles para protestar. Antes no estaban muy seguros del porqué; pero después de tres meses entre pancartas, guarimbas, detenciones, golpes y muerte, han aprendido lo que no habíamos podido enseñarles en los salones de clases; algo que, particularmente, creía perdido: el amor y la fe en Venezuela.
Soy docente; una profesión que, sin duda, en estos últimos meses, se ha vuelto peligrosa, comprometedora y compleja; sobre todo desde el punto de vista ético. Me refiero al hecho de que los estudiantes nos exigen respuestas inmediatas y soluciones rápidas, al mejor estilo de lo que llamamos la generación click. El problema está en que sabemos que un proceso social no se soluciona en un "click". De allí que, ante las caras decepcionadas, tristes, por creer que no se ha logrado nada, hay que armarse de valor y mucha paciencia para manejar la frustración.
Unas horas antes de escribir este post, escuché a un estudiante de la Universidad Rafael Urdaneta de Maracaibo plantear lo siguiente: "Necesitamos unirnos. Necesitamos volver a clases... Necesitamos mantener la universidad abierta porque necesitamos las ideas de ustedes (haciendo referencia a los profesores) y las acciones nuestras..."
Nadie puede negar, en este país, que los estudiantes han despertado a la sociedad civil, encendiendo la chispa que, poco poco, la ha sacado del sueño en el que parecía estar sumida. Tampoco se puede, ni se podrá negar que han sido las protestas estudiantiles las que han devuelto la esperanza al país. Precisamente, sobre esto, escuché a un chico decir: "Venezuela había perdido las esperanzas y a nosotros nos toca devolvérselas, porque ahí también está en juego nuestro futuro". Palabras estas que me recordaron las de mi padre: "Estudia, esa es la única y verdadera herencia que te dejaré, porque tú eres y serás la esperanza de un futuro mejor para este país".
DE LA FRANELA HILFIGER A LA BANDERA NACIONAL
Nuestros estudiantes ya no son "un grupito de locos", "alzaos", "fascistas improvisados". No, eso es historia; pues, al fragor de las guarimbas, aún oliendo a caucho quemado, han descubierto que la lucha, ahora, debe alcanzar otro nivel. Ya entienden que es hora de sustituir la guarimbas por ideas que generen consciencia de país, algo que, particularmente, creía perdido. Pero me equivoqué; una señal muy clara de ello es ver cómo las camisetas "Aeorpostale" o "Tommy Hilfinger" fueron dejadas de lado. En su lugar, aparecieron los símbolos de patria que solo se empleaban en aburridos, protocolares y acartonados actos gubernamentales; pero ahora ondean, orgullosamente, en los pechos y las cabezas de nuestros jóvenes, como símbolo de amor y, lo más importante, de respeto y responsabilidad civil; dejando atrás todos aquellos extranjerismos que heredamos del siglo pasado. Sin duda, Venezuela ha entrado en un siglo XXI que ni el extinto presidente Chávez se esperaba.
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