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EL REGRESO


-He vuelto- dije.

Pensé que no tenía nada más que contarte, pero no es cierto. Tengo mucho aún para decirte.

Ayer, recibí un mensaje de alguien totalmente desconocido y tú, inmediatamente, automáticamente, dijiste:
-Deséchalo, ten cuidado con eso, puede dañar el equipo. Oye es en serio, puede ser alguien muy mal intencionado. En verdad te digo que te las puedes ver negras….

Y mientras tú seguías destilando miedo, veneno, horror, oscuridad, inseguridad, yo sólo pensaba en que se trataba de un inofensivo mensaje. ¡Por Dios, era alguien que estaba desahogando sus problemas familiares con una amiga! ¿Qué tan malo podría ser eso para mí?

Tal vez tengas razón, quizás copió mi dirección de algún reenvío, no tengo la menor idea de su intención, pero no me importa. Decido confiar en mí, en mi intuición y, por consiguiente, en ella.

Así fue como regresé a teclear en esta vieja máquina. No quería sentirme atrapada. Sabes a lo que me refiero, a los interminables días en los que no existía más mundo para mí que el de la larga hilera de letras negras. A veces me pareció que se sintieron tan tensas y aprisionadas como yo.

Afortunadamente, esos días terminaron, aprendí que para escribir no hay que sufrir. No sé quién inventó semejante barbaridad, sólo sé que mucha, mucha gente a mi alrededor lo cree firmemente. Igual lo creí yo.

Ahora mismo, escribo acerca de un par de osos panda, cuya fotografía, estampada en una chapa magnética, reposa sobre mi escritorio. Y es contradictorio, al menos a mí me lo parece. Te cuento mi punto de vista:

Primero, acabamos con su hábitat y le echamos la culpa a la expansión de las aldeas humanas, nos disculpamos y acallamos nuestras conciencias diciendo que la vida y el desarrollo de los humanos es más importante que la de cualquier otra especie. No sé quién nos dio ese título de ser la única especie dominante y con derecho a sobrevivir sobre la faz de este planeta.

Segundo, nos molestamos unos a otros, porque tenemos opiniones divididas y nos atacamos a muerte por defender nuestro punto de vista. Unos a favor y otros en contra de la conservación de las demás especies.

Tercero, invertimos enormes cantidades de dinero intentando arreglar lo que hemos destrozado. Realmente, somos como niños chiquitos, muy malcriados. Destrozamos todo a nuestro paso y luego creemos que todo se puede arreglar con dinero.

Y tú me preguntarás, ¿Dónde está el amor?, no lo has mencionado.

Es cierto, no lo he mencionado, porque el amor no proviene de actitudes tan egoístas como destrozar y luego tratar de reconstruir porque alguien me dijo, en medio de una especie de ejercicio de examen de conciencia, que eso afectaría la vida de mis hijos y mis nietos. Eso no es amor, al menos la calidad de amor incondicional que el planeta requiere.

Vamos, intento hablarte de un amor incondicional como el que has recibido de él. ¿Acaso te ha puesto reparos cuando le has desangrado extrayendo petróleo para llenar tus tanques de gasolina y contaminar su aire?, que a la final es tu aire. Como esta, podría hacerte miles, millones de preguntas al respecto.

No, no me pidas que te hable de un amor que no entendemos, al menos no ahora.

Tal vez esté siendo igual de egoísta y soberbia, es posible que esto sea lo que deba entender, pero siento que he dado un paso mínimo en esta dirección. ¿Sabes cuál es?. El no haber tomado en consideración tus miedos y aceptar ese correo de alguien desconocido. Gracias a Sara por haber hecho posible este regreso.

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