
_No encuentro la llave, no sé dónde la puse. Espera, ¿llegué hoy en mi carro?. Sé que estuve caminando por la ciudad, recordando los rostros de todos los días, intentando reconocer alguno de los que me dijiste, pero no encontré nada, sólo este papel sucio, apenas puedo leerlo:
“El propósito de la vida no es sólo crecer, expandirse y retornar a la fuente, amplificados como luz...”
Parece la página de un libro olvidado en algún asiento de autobús...
“...sino también, bendecir y crear”.
¡Vaya!, habla de tres poderes:
“...Pensamiento-sentimiento-palabra”...
-Tú decías, que el sentimiento es nuestro combustible-
- Sí, lo que ocurre es que ese sentimiento debe ir más allá de la emoción o las sensaciones. Se trata de sentir desde el corazón.
OJO:las reglas son simples guías, que se aplican cuando no existe suficiente maestría en uno mismo. No olvides esto.
Era una pequeña anotación hecha a un margen de la página.
- Esa nota a lápiz que alguien hizo, con una cara de muñequito risueño y dormilón, me pareció mucho más interesante que el resto de la página impresa, quizás fuese eso lo más importante del libro.
Y lanzaste el pedazo de papel al cesto de la basura. Intenté rescatarlo, no sé por qué, realmente lo sequé de entre la basura un par de veces, pero volvía a colocarlo, hasta que sonó tu teléfono y me olvide de él para siempre.
Ahora, frente a la tapa del congelador la recuerdo y siento que me habría gustado conservarla, tal vez para no olvidar aquella nota al margen. Como tú dijiste, pudo haber sido lo más interesante de todo el libro, un libro que jamás leímos juntos.
¿Te dije, alguna vez, que encontré ese libro unos seis años después?. Tenías razón, era un libro para leer en un asiento de autobús, sólo que yo lo leí en un asiento de avión. Durante catorce horas de vuelo no hice más que pensar en esa nota. No recordaba bien la página. Me hubiese gustado que estuvieses allí, Iván. Después de aquel incidente decidí escribirte, y a ti no se te ocurrió mejor idea que publicarla, ¿Por qué, Iván?, ¿por qué?.
Era una carta para disipar mis miedos EN UN ASIENTO DE AVIÓN
Hoy, parece que nadie es el primero en nada. Y yo pretendo impresionarte cuando digo que moriré en un asiento de avión mirándote a los ojos, como siempre, como pasé la vida, esperándole.
Nunca pude detenerme en ningún sitio, mi carrera era como tratando de seguir el sol y terminar siempre con el mismo sol ante mis ojos, en un sitio distinto, en una tierra desconocida, a veces yerma, a veces tan verde que podía tener todas las tonalidades posibles de verdes, incluso, más allá de toda posibilidad real.
Y fuimos acumulando sueños y fantasmas, hasta convertirlos en mi único equipaje. Vagar, andar por cualquier parte se me convirtió en una función vital, como dormir, comer, estornudar. Taché mi rostro y me propuse asomar a mis rasgos los rostros de cuanta gente vi y sentí aquí y allá. Mi personalidad se hizo eco de cuanta costumbre o creencia encontré pertinente para sobrevivir en cada sitio por donde pasé.
La vida es eso, un constante pasar. Algunos parecen quedarse quietos en su pasar, yo en cambio, me he pasado la vida pasando y pasándola. Ahora me pregunto, ¿por qué es tan importante ser de algún sitio o de algún grupo?, si la certeza y protección del clan murió con esta civilización que nos pesa y nos hace divinamente “uno” entre millones, y cada millón formado por esos “uno.
“El hombre es un ser social por naturaleza”. ¿Cómo es posible que el miedo me haya hecho olvidar dónde leí eso?.
Y, pese a tenerle tanto miedo a la soledad, nos hemos condenado irremediablemente a ella. El proceso parece haberse revertido, ahora, los animales que tradicionalmente cazaban solos lo hacen en manadas, mientras el hombre sale de caza totalmente solo, a defenderse de los de su misma especie, con un arma y un escudo: la computadora personal y el dios dólar.
Su soledad se llena con cosas, no con personas, el amor termina, tal vez, en eso; en un sueño que se espera antes de morir sentado en un asiento de avión.
Luego, mucho tiempo después le agregaste esa despedida:
“Con todo mi amor”
Gigi
Autora: Laura Morales. Tomado de Solo entre tres, capítulo Setenta y dos, pág 26-29
Foto: Cortesía de Rubia Morales. Modelo: Jorge Hernández
Nota al pie: La carta, titulada "En un asiento de avión" fue publicada en el Suplemento "Cultura" del Diario NOTICIAS, Asunción, Paraguay, domingo 22 de octubre de 1995
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