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Una Declaración Jurada de Bienes


Hace ya varios años, trabajé como periodista en una oficina pública. Así, pasé a engrosar las filas de toda una clase social: la burocracia, una especie de casta, en la que algunos se enriquecen -dado el alto índice de corrupción, imperante allí como forma de sobrevivencia- y en la que muchos otros son humillados, sometidos y ofendidos. Allí dentro opera, al menos mientras pertenecí a ella, cierta forma de cacería entre los más vivos (léase corruptos) y los más tontos (léase aquellos que creen en la gente, en la buena fe y en la vocación de servicio). Aunque muchos no me crean, en Venezuela aún hay funcionarios públicos "tontos". Yo fui una, por eso lo creo.
Aún cuando trabajaba como periodista, en una oficina donde no se manejaba dinero, al menos yo no, se me impuso como requisito presentar una Declaración Jurada de Bienes, con el fin de garantizar que no me robaría nada. No obstante, a mi lado, veía, todos los días corrupción tras corrupción, millones de bolívares (por no atreverme a afirmar que fueron millones de dólares) dilapidados, pagados en comisiones o que simplemente favorecían a las empresas familiares de los ministros, viceministros y directores principales de turno.
A ellos no se les exigía mayor cosa, pero yo, una empleada de segunda, debía pagar un contador para que realizara el balance de los bienes de mi esposo y los míos, así como el coste de una copia de Registro Oficial.
Me sentí profundamente indignada, aún así, tomé el formato y presenté mi Declaración, eso sí redactada a mi manera:
Ciudadano Contralor de la República
Su Despacho.
Yo, Laura Morales Gollarza, de Cédula de Identidad, como si toda la magia de mi existenacia fuese capaz de reducirse a un número: 5764767, que al menos tiene la suerte de terminar en un mítico 7, cubierto de misterio y sacralidad, domiciliada en esta ciudad infernal, llena de smog, de viejos y cansados lejanos verdes, en una de esas tantas ventanillas llenas de polvo negro en las que ocurren en un segundo un millón de pequeños acontecimientos a esos "pequeños seres" de Garmendia(*) y de los que formo parte, no sé exactamente si casada o amarrada a una serie de convencionalismos que limitan mi amor, de una profesión que no es la mía pero fue la que me otorgó la Universidad. Verá Usted, Señor Contralor, yo soy una soñadora, pero la universidad se empeñó en decir, encima de un pequeño cuero de chivo mal curtido que soy una cosa que no existe en este país: soy Comunicadora Social.
Ocurro ante Usted con este papel en la mano para decirle que por fin, después de dos años de puerta en puerta, de oficina en oficina, con mi ya arrugado y transpirado título bajo el brazo he encontrado un trabajo, pasando a ser parte de una nueva clase social, nueva para mí quiero decir, de la cual tomé posesión dos meses después de haber estado laborando, con una remuneración que apenas alcánzame para asegurarme mi pequeña ventana llena de polvo negro, y todo eso para decirle cuáles son los bienes y créditos que poseo, que según parece tiene como intención el asegurar a la Nación que no voy a apropiarme de ninguna grapadora, ni una silla en mal estado, ni tampoco voy a aceptar dinero por ningún tipo de palangre(**) que no sobrepase los 10 millones de bolívares para poder pagar los abogados y amedrentar con dólares a todo aquél que pudiera osar el pronunciar alguna palabra en mi contra.
En consecuencia, declaro bajo juramento:
MIS ACTIVOS:
  • Poseo una vida para amar, junto a un buen libro prestado para no sucumbir a la ignorancia.
  • La poesía de un pueblo de colorines que me vio nacer entre casas altas reventadas de amarillos y rojos al óleo.
  • La historia de un sueño en Cuenta Corriente sin número en el banco de una plaza cualquiera.
  • Un recuerdo para los que murieron por una libertad que se me niega.
  • Una canción dedicada al amor de la gente y una lágrima por la paz.

TOTAL ACTIVOS:

Una vida para amar

una poesía de un pueblo

una historia de un sueño

Un recuerdo,

una canción y

una lágrima por la paz.

PASIVOS:

  • Le debo 370 mil noches a la luna, un millón de colores al sol, 250 mil millones de sonrisas al mundo.
  • La debo una explicación a la brisa y 333 mil millones de tristezas a la lluvia.
  • Un canto a todos los pájaros del mundo y media vida a las hojas sueltas de mi cuaderno de apuntes.
  • La otra mitad de mi vida también se la debo a un amor que se me va desparramando entre las calles insólitas de esta ciudad eterna, un amor que se me evapora cuando me encuentro con la mirada agria en la mirada triste, como sólo sabe ser triste, de un niño en una acera sucia, o una mujer de diez años.

TOTAL PASIVOS:

Mis acreencias son altas, como verá, he de recurrir a nuevos préstamos, cuyas deudas serán heredadas por mis nietos después de que se me seque la última gota de esta tinta, que es como decir mi sangre.

Tal como se me ha ordenado, y de acuerdo a un papel inmensamente lleno de detalles que me ha enviado su Despacho, declaro que mi esposo, un hombre envuelto todos los días en la magia de la palabra que se refugia en los diarios, que tiene tantos nombres para llamarle como santos hay en el almanaque, dada la piadosa devoción cristiana de su familia, pero a quien, por razones de tiempo y de economía lingüística, llamamos ANTONIO ANTOIMA, que también posee un numerito grabado como parte de su propio ser y con quien comparto mi pequeña ventana llena de polvo negro, es dueño de:

ACTIVOS:

  • Una existencia inquieta sostenida por un millón de ideas que le van dando vueltas en sus neuronas cada segundo.
  • Una especie de "Arboleda Perdida" como la de Alberti(***), pero junto a las aguas y los azules de un río que corre como un rayo de luz y que le enseñó a andar deprisa todo el camino que haya por delante.
  • Una leyenda que sacó de las "mudanzas de los encantos" de los páramos trujillanos (****).
  • Una enseñanza que le brindaron las manos generosas de los que trabajan nuestra tierra.
  • Una visión hermosa de este mundo a través de las flores, de un cielo azul y de una noche con tantas estrellas ciertas, inconfundibles con la basura del espacio por su especial brillo que, por un instante, le hicieron sentir como un punto suspensivo de este universo.
  • Un amor irrenunciable a la vida.

TOTAL ACTIVOS:

Me es imposible negar que en mi pequeña ventana llena de polvo negro vive un hombre inmensamente rico, que camina entre la tempestad y la calma, con la sonrisa del muchacho, la sabiduría de sus ancestros y la frescura del poeta.

PASIVOS:

  • Le debe varios libros a este mundo, que el miedo a la inanición no le ha permitido concluir.
  • Un tiempo al descanso
  • Un millón de años luz al sueño en préstamo hipotecario, invertido en la existencia visceral.
  • 400 páginas a su abuela de 115 años y otras tantas a la tía Luisa de su adolescencia.
  • Un beso a la calle que le golpea y un puñetazo a los políticos que se hacen esperar para sólo limitarse a decir: "estamos trabajando en eso".
  • Un minuto de memoria a los recuerdos y una historia al futuro.

TOTAL PASIVOS:

También este compañero mío está endeudado, sólo que él se diferencia de muchos, porque sabe cuánto cuesta el amor de todos los días, la vida que acaba bajo las ruedas de algún camión o la del pobre campesino que dicidió inmolarse para salvar la vida de su querido y fiel buey.

Asimismo, declaro que el amor ha hecho en mí, la hermosa maravilla, una hija brotada de mis entrañas, que tan sólo posee la inquietud y la impaciencia del pequeño capullo que insiste en desgranarse para que la pronta abeja venga a convertir su polen en toda la miel de la existencia.

De igual manera, le autorizo, Señor Contralor, para que me busque en cualquier parte del mundo. Si me encuentra, por favor, hágamelo saber, no importa que tan lejano o cercano quede el extranjero.

No sé dónde están mis cuentas, pero sé que las tengo, en el interior de mi tierra, en el dolor del llanto de los niños despedazados por la guerra y en el manojo de flores que, por remordimiento, debí haber puesto en alguna tumba de no sé cuál cementerio.

En una ciudad de locura, a los tantos y más días de un sol viejo y contaminado, de uno de los últimos años del siglo.

Laura Morales G.

Este texto fue publicado en "El Cuello del Sol". Revista de la Escuela de Letras. Fac. de Humanidades y Educación. Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela.1988

Foto: Enrique García, publicada en Artelista.com

Notas al pie:

(*) Salvador Garmendia. Escritor venezolano, autor de "Los Pequeños seres".

(**) Palangre: Vocablo del argot periodístico que se emplea para designar cobros ilegales por pasar información no autorizada o cobro ilegal por publicar información en los medios de comunicación, donde labora el periodista, vale decir cobro a la fuente.

(***) El texto hace referencia a la biografía del poeta español Rafael Alberti, tutulada La Arboleda Perdida.

(****) Región andina de Venezuela, en el Estado Trujillo, donde existen leyendas de encantos que se mundan de montaña a montaña.

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