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II. EL CONTEXTO Y LA REFERENCIA en Casa Ajena

A partir de lo que se conoce como experiencia metafísica, me atrevo a afirmar que en la constante dialéctica o encuentro de las diferencias a la que hacen referencia Elemire Zolla, M.Bajtin y H. Bloom, desde distintas corrientes, creo que para alcanzar un conocimiento totalizador, hay que observar todo en un primerísimo primer plano para poder tomar distancia. Es allí donde la mente cesa de reconstruir información, dando paso a la unidad total del universo.

Casa Ajena apenas llena dos páginas de primerísimos primeros planos, que reflejan y recogen buena parte de la historia, aparentemente olvidada, de la ciudad de Maracaibo, visionando el cómo, hasta ahora, los habitantes de esta ciudad han asumido su propia historia.

Nada permanece donde aparece. Una ciudad cuya fisonomía fue borrada. Calles y casas derrumbadas, olvidadas, cambiadas de lugar. Igual, en Casa Ajena se percibe ese crecimiento vertiginoso en el que el narrador se sumerge, sin tratar de escapar a esa especie de serpentina que le envuelve, deslizándose por cada imagen, y cada una de ellas abre una especie de vacío que viene a ser llenado por una transformación de lo significado, pero en sí mismo está el recuerdo de la idea, de la decisión y la acción.

La idea de Modernidad, el cambio aparente o de apariencia, el culto a lo nuevo parece arrasar con todo. Una especie de esplendor perdido en el tiempo y que sólo reclama la palabra de los poetas y escritores de una ciudad que creció a espaldas de su propia naturaleza. Una ciudad donde el sol revienta en los ventanales solitarios.

De lado y lado, junto a la angosta acera, se sucede la hilera ventanas provistas de artísticas rejas de hierro forjado. Los portales y las cancelas están cerrados para que nadie ose entrar por los zaguanes (MBB. Casa Ajena, 1989:1)

En Casa Ajena, así como en los cuentos de Mercedes Bermúdez de Belloso (MBB) en general, hay un alguien que observa cada detalle y pinta escenas, un poco con asombro. Ese observador solitario que mira la soledad del otro desde una ventana, crea un cuadro que posee todo el poder expresivo, y a la vez de síntesis, que se da en la poesía.

A mí me parece que el cuento en sí es más poético, tiene una especie de vinculación con la poesía, sobre todo en la expresión, en lo breve, en lo fuerte que debe ser la línea para expresar un concepto o cualquier suceso… Yo me acerco al cuento lo mismo que al poema… hay un sentido, una necesidad de querer decir, -aunque a los poetas ahora no les gusta hablar de inspiración- que te toma como el poema”. (MBB, 1992. Entrevista grabada en video).

Tanto el verso como la prosa de MBB, se desliza por las rendijas engañosas de la memoria. Y lo real, concreto y tangible pasa a una impresión, la impresión desde el ser, esa percepción interna que reelabora y descubre el sueño del ser.

La memoria no es un depósito de información, sino un mecanismo de regeneración de la misma… -Por ello- por una parte los símbolos que se guardan en la cultura, llevan en sí información sobre los contextos –o también los lenguajes- y, por otra parte, para que esa información se despierte el símbolo debe ser colocado en algún contexto contemporáneo, lo que inevitablemente transforma su significado. Así pues, la información que se reconstruye se realiza siempre en el contexto del juego entre los lenguajes del pasado y de presente. (I.Lotman. La semiosfera. Semiótica del texto, de la conducta y del espacio, 1998:157).

Así, lo que es común, cotidiano, se torna misterioso. Cada detalle se hace presente en un primer plano, para descubrir lo que siempre estuvo.

La calle se ha confundido de ciudad, de tal manera que todo el que llega debe preguntar en qué región está (MBB.Casa Ajena, 1989:1)

Busco en este lugar la casa que en otro tiempo fuera la de mis padres y sus antepasados. Tengo la certeza de haber vivido en alguna de las tantas de esta calle mas no acierto a dar con ella (MBB.Ob.Cit)

El patio de la antigua Universidad de Mérida ¿1938?... observé en el fondo de una arcada, aquella puerta entreabierta…No sé cuando pasé al interior de aquel recinto… Pronto me di cuenta de que los muros estaban atestados de viejos papeles… Por una luceta ovalada que había cerca de la techumbre se filtraba una débil claridad. Sería suficiente para entender las letras del pergamino… Sólo pude descifrar una breve frase en latín que me causó una extraña desazón y que pronto se convirtió en perplejidad y angustia… algo que sentí como si alguien quisiera dirigirme un urgente mensaje:
“Es a ti a quien busco”(
MBB. El Candelabro y otros cuentos, 1988:127).

Tiempo y espacio es un instante, una misma escena en la que las reflexiones van y vienen entre la acción, la idea, el sentir, el percibir una manera de vivir en la que personajes y seres reales adquieren el mismo valor como representación de un todo.

El sofá de bambú, la mesa y su florero de vidrio azul sobre fina carpeta de seda, no pertenecen a este corredor sino al de la casa de la esquina, donde vivía una señora de espléndida presencia a quien un día se llevaron en una carroza de ébano y cristal tirada por dos relucientes caballos blancos (MBB. Casa Ajena,1989:1)

En cada instante narrado los rostros de los personajes se diluyen en un acto contemplativo, “entendido éste como un acto activo y productivo” (M. Bajtín, Estética de la creación verbal, 1985:29). Apenas un nombre, una somera descripción que se dibuja y desdibuja, que presenta y representa, despierta y recrea cada significado de esa simbología propia. Y como representación inexacta, cada símbolo abre una especie de vacío que viene a ser llenado por una transformación de lo significado, pero en sí mismo está el recuerdo de la experiencia, de la idea, de la decisión y la acción.

Cada instante es un acto de contemplación, que no rebasa los límites de ese otro que se asoma a través de la palabra, la cual une y ordena una realidad que se despliega a lo largo del texto, y que surge como consecuencia de lo que Bajtín apunta como el excedente de la visión interna y externa del otro, cuya esencia es puramente estética.

El excedente de la visión es un retoño en el cual duerme la forma y desde la cual ésta se abre como una flor. Pero, para que el retoño realmente se convierte en la flor de la forma conclusiva, es indispensable que el excedente de mi visión complete el horizonte del otro contemplado sin perder su carácter propio (Bajtín, 1985:30)

La mirada del detalle en la cuentística de MBB rebasa la conciencia de un objeto determinado, tratando de encontrar en apenas una forma, un color o la evocación de un aroma, el orden implicado que estructura las cosas y el mundo. La estabilidad de un mundo definido se desintegra, dejándonos la certeza de que todo y nada existe sólo a partir de nuestra actitud como observadores.

Desde lo más íntimo del cuento brotan los objetos como algo independiente y comienzan a desintegrarse, en medio de una atmósfera de lo inacabado que nos arrastra y, por momentos, nos hace perdernos a nosotros mismos. Precisamente, en ese punto, en el que no atinamos a saber si el tiempo transcurre, si el espacio es exactamente en algún lugar, nos percatamos de esa nuestra película, más allá de toda realidad, más allá de toda sensación, más allá de todo sentido. Entonces, lo que parecía ajeno se hace propio.

Según Bajtín, el trabajo creativo se vive, pero la vivencia no se oye ni se ve en sí misma, tan sólo se ve su producto o el objeto hacia el cual está dirigido y se comparte la interpretación de la experiencia, pues, de alguna manera, se trata de armar una representación, producto de la interpretación de una determinada experiencia. “Por eso el artista nada tiene que decir acerca de su proceso creativo: todo él está en el producto creado, y lo único que le queda es señalarnos su obra…” (Bajtín, 1985:15)

Autora: Laura Morales.
Este trabajo fue publicado en la Revista de Literatura Hispanoamericana de la Universidad del Zulia. Segunda época. No. 52, Enero-junio 2006.

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