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EL INSTANTE desde Casa Ajena (I)


RESUMEN:

Este trabajo es producto de una investigación, realizada a lo largo de 10 años, respecto de la literatura y la recepción abordada desde una visión trasnpersonal. La cuentística de Mercedes Bermúdez de Belloso (MBB), leída desde una intimidad asumida desde dentro del texto, nos permitió descubrir cómo opera el proceso de recepción de esos recuerdos instantáneos celosamente contenidos en cada palabra, con la que el escritor accede al poder de la ruptura de todo tiempo y espacio. Partimos de este principio y nos topamos con la imperante necesidad de elegir cuál es el presente. Al elegir el presente, nos enfrentamos a algo que parece una verdad irrefutable, no hay tiempo ni espacio cierto, por tanto, toda realidad es una ilusión, toda ilusión es una experiencia en sí y el reflejo de ella en una forma específica. Vivimos metidos en una especie de caleidoscopio, en constante cambio y aparentemente borroso y desordenado. Tanto el verso como la prosa de MBB, se desliza por esas "rendijas engañosas de la memoria". Y lo real, concreto y tangible, pasa a una impresión, esa percepción interna que reelabora y descubre el sueño del ser. Así, lo que es común, cotidiano, se torna misterioso. cada detalle se hace presente en un primer plano, para descubrir lo que siempre estuvo, Casa Ajena apenas llena dos páginas, sin embargo, en este cuento, la escritora refleja y recoge buena parte de la historia, aparentemente olvidada, de la ciudad de Maracaibo, visionando el cómo, hasta ahora, los habitantes de esta ciudad han asumido culturalmente su propia historia.
Palabras claves: Mercedes Bermúdez de Belloso, Casa Ajena, Historia, visión transpersonal
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Parte I. Para una lectura íntima

Todo escritor es un visionario en solitario, pero esa soledad es una ilusión, es intimidad asumida desde dentro, pero que pesa desde afuera. Todo cuanto se observa es sólo en el momento de la observación, puesto que desaparece, estando allí por voluntad del observador.

Cuando el observador se retira de lo observado apenas queda "la evocación de un ayer ya confuso entre los caritativos engaños de la memoria" (MBB. Casa Ajena, 1989:2). Lo que el arte asume como mirada hoy, es el recuerdo olvidado, confuso, entre los vericuetos de una memoria colectiva, resguardada en los símbolos y signos que reconocemos desde el inconsciente. Esa ilusión del ayer y del mañana es la cuerda en la que camina la literatura y el arte en general.

En ese escudriñar entre recuerdos instantáneos , celosamente contenidos en cada palabra, cada escritor accede al poder de la ruptura de todo tiempo y espacio.

"Esta casa no estuvo nunca situada donde aparece. El árbol que da sombra al ancho alero se alzaba frente a otra residencia" (MBB, Casa Ajena, 1989:1)

Enfrentar el miedo a perder esa certeza de un continuum, que nos asegura una duración lineal, lógica y estructurante de nuestra vida, es el reto del creador.

Si miras al cielo lo que ves hace miles de años que desapareció, ninguna estrella existe al momento de la observación, ningún planeta es ya el mismo, pero es tu presente.

Partamos de este principio y nos toparemos con la imperante necesidad de elegir cuál es el presente y centrarnos en él. Si el presente se elige, entonces tendremos que enfrentarnos a algo que parece una verdad irrefutable, no hay tiempo ni espacio cierto, por tanto, toda realidad es una ilusión, toda ilusión es una experiencia en sí y el reflejo de ella en una forma específica. El mundo estable, tangible y visible, ese que nos produce una aparente serenidad, según David Bohm, es una ilusión, pues nada está realmente ahí. Vivimos metidos en una especie de caleidoscopio, en constante cambio y aparentemente borroso y desordenado.

Para Bohm "lo que normalmente vemos es el orden desplegado de las cosas, como si viésemos una película". En esa nuestra película, asumimos un orden que nos da certezas, pero también nos llena de temores, pues, para poder verlo necesitamos de una lente fija que nos separa, nos aísla de nuestro orden natural, matriz de todo orden en el universo.

Asumimos esta ilusión como real, aprendemos desde lo ilusorio, creyendo que es lo real, mientras, para tranquilizar nuestra mente racional, nos refugiamos en la certeza de que lo que observamos es lo que se supone que es, lo que se nos dijo que es.

Como receptores, pensamos y construimos con base en eso que pensamos, cuya verdadera frecuencia está dentro de ese orden que Bohm llama orden implicado. Desde allí desplegamos frecuencias, cálculos matemáticos convertidos en ideas, contenidos psíquicos y emocionales con los que entramos y salimos de esas reminiscencias que encontramos en el texto. Este encuentro se da mediante un proceso de desdoblamiento -o despliegue, cmo diría Bohm- de los contenidos emocionales, impulsados por un proceso de resonancia, el cual se da por similitud de frecuencias en las que coinciden los códigos energéticos, tanto de quien escribe como de quien recibe.

Según la retórica cabalística del rabí Isaac de Luria, Dios se retira de un punto sólo para concentrarse en él -shevirah ha-kelim-. He allí por qué observamos en primer plano para tomar distancia y luego alcanzar la totalidad. Es lo que podría llamarse contracción creadora, aun cuando implique pérdida de significado "incluso una consumada carencia de significado, un sentido de que la representación no puede lograrse plenamente o de que la representación no puede colmar el vacío a partir del cual surge el deseo de poesía" (H. Bloom. La Cábala y la Crítica, 1979:67)

Desde la palabra, la literatura irrumpe dede lo racional para romper los esquemas, entrampa la mente asumiéndose como ficción, eso nos alivia el miedo y nos abre la puerta a nuestra verdad universal.

Nos conectamos con ella a través de la impresión que nos provoca.

"Impresión es el impacto que la obra causa en quien la rcibe, resultado de una facultad general y humana, irresponsableen el sentido técnico, por todos compartida, indispensable y mínima, sin la cual no podría haber contacto con la obra,... Es el efecto que nos causa la obra, efecto anterior a toda específica formulación literaria (A. Reyes. El deslinde, 1983:19).

Tal conexión puede ser explicada mediane la teoría de la Resonancia Mórfica, desarrollada por R. Sheldrake, que explica cómo la recepción, planteada por la posmodernidad y asumida como categoría por la Estética, se basa en los llamados campos morfogenéticos.

Estos campos fueron definidos por Alexander Gurwitsch como aquel que "origina una forma o campo de forma que gobierna la regeneración o regulación" (R. Sheldrake y otros. Sabiduría Antigua y Ciencia Moderna, 1990:148).

Los campos son continuos, es decir, son una totalidad, y nos conectamos a ellos por similitud de frecuencias energéticas. Esto explica las coincidencias que pueden darse entre un mismo objeto observado y dos observadores diferentes. Me refiero aquí a las sensaciones, imágenes sentidas, sugeridas que subyacen aún después de la palabra que las invoca o evoca. Hablo de recuerdos y predilecciones, no sólo las mías como observador, ni de MBB exclusivamente, sino de un determinado grupo que responde a los recuerdos de una cultura, que coinciden por frecuencias de energía, las cuales dan origen a los campos morfogenéticos.

Desde esta perspectiva, la recepción es un proceso mucho más amplio que la mera percepción de lo real, cuando lo real se limita a lo físicamente estable. La percepción, como sinónimo de sensación, se amplía aquí hasta abarcar la relación de lo humano con el resto del universo.

Al aceptar lo cósmico como un todo, la recepción queda definida como un proceso de identificación por sintonización con determinadas frecuencias, pertenecientes a las ilimitadas posibilidades que se desprenden de la constitución atómica y subatómica del universo.

He allí por qué el sonido del agua, contra un cielo azul y una tarde profusamente anaranjada establecen la coincidencia entre lector y escritor, sintonizándonos en nuestra común experiencia como grupo humano.

Este proceso de identificación se abre a partir de la voz interior. Las voces que vienen, tanto de quien se expresa como de quien recibe. De esas voces familiares surge y se impone el poder del texto literario, que nos conduce al principio de principios, al menos en la cultura occidental, influenciada por la tradición hebreocristiana:

"En el principio existía la palabra y la palabra estaba con Dios, y la palabra era con Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. (Evangelio según San Juan. Prólogo 1:1-4, Biblia de Jerusalem, 1976:123).

Todo existe si es capaz de ser nombrado, nada queda luego de ella. Hasta el ser es y no es desde la palabra. Ella crea y descrea, descubre y encubre:

Toda palabra -logos, decía Aristóteles, es semántica- indica, señala, apunta hacia algo: la palabra hombre a hombre, de agua a agua,... Mas sólo llegan a aponfánticas aquellas en que tenga lugar descubrirse algo o encubrirse algo -salir a plena luz u ocultarse de plena luz-. Ha bastado decirlo para que se haga luz. A veces pasa al revés bastó con decir, expresa y definitivamente 'la tierra es centro inmoble del mundo', 'la luz no es cuerpo'... para que por centenas de centenas de años, tales palabras encubrieran por modo de noche artificial o velo tupido que 'la tierra se mueve alrededor del sol', e hicieran imposible -científica y religiosamente- esa astronomía que repiten ya los niños de primaria, la entiende los de secundaria, y demuestran físicos y astrónomos de maneras tan sencillas experimental y teóricamente que nuestros niños pudieran enseñársela a Aristóteles y Tomás de Aquino -y veríamos si llegaban a entenderlas. Esotras palabras 'la luz no es cuerpo' encunbrieron, falsearon lo que es la luz y lo que es el cuerpo por unos dos mil doscientos años: y todavía su verdad está en fase de aurora para niños, bachilleres, y casi toda la humanidad. (J. García Bacca. Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado,1984:16).

Esta nuestra verdad universal, borra lo absoluto y lo que es, por obra y gracia del verbo hecho poesía, es y no es, pues se convierte en todo y nada a la vez.

Autora: Laura Morales Gollarza.
Este trabajo fue publicado en la Revista de Literatura Hispanoamericana de la Universidad del Zulia. Segunda época. No. 52. Enero-Junio 2006

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